"Las personas que sufren TAG siempre esperan que las cosas salgan mal y no pueden dejar de preocuparse por su salud, dinero, familia, trabajo..."
La ansiedad es una reacción normal ante situaciones de estrés e incertidumbre, pero cuando varios síntomas ansiosos provocan angustia o deterioro funcional en la vida del individuo que lo sufre, se diagnostica un trastorno de ansiedad. Existen distintos tipos de trastornos de ansiedad: trastorno de pánico, trastorno fóbico, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), hipocondría. En todos ellos, la ansiedad se limita a lo que es propio de cada trastorno.
En el caso del TAG es el miedo o preocupación irracional, irreal y desproporcionado que aparece a diario y se convierte en una preocupación constante. La ansiedad domina a quien padece este trastorno, afectando negativamente a su funcionamiento normal en las distintas áreas de su vida: actividades sociales, relaciones interpersonales, trabajo...
También afecta a la capacidad para imaginar de manera vívida posibles situaciones futuras, haciendo que la atención se centre más bien en las sensaciones negativas que se perciben en el presente.
SÍNTOMAS DE TAG
Se necesitan al menos tres o más de los siguientes síntomas en adultos o solo uno en niños, además de la ansiedad y preocupación:
Inquietud o sentirse agitado
Fatigarse fácilmente
Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco
Irritabilidad
Tensión muscular
Trastornos del sueño (dificultad para conciliar o mantener, dormir poco o inquieto)
Otros síntomas relacionados con TAG son:
Síntomas autónomos: palpitaciones o taquicardia, sudoración, temblor o sacudidas, sequedad de boca (no debida a medicación o deshidratación).
Relacionados con pecho y abdomen: dificultad para respirar, sensación de ahogo, dolor o malestar en el pecho, náuseas o malestar abdominal.
Relacionados con el estado mental: sensación de mareo, inestabilidad o desvanecimiento; desrealización o despersonalización; miedo a perder el control, a volverse loco o a perder la conciencia; miedo a morir
Síntomas generales: sofocos o escalofríos; aturdimiento o sensaciones de hormigueo; tensión, dolores o molestias musculares; inquietud o incapacidad para relajarse; sentimiento de estar al límite o bajo presión, o de tensión mental; sensación de nudo en la garganta o dificultad para tragar.
Otros síntomas no específicos: respuesta exagerada a pequeñas sorpresas o sobresaltos; dificultad para concentrarse o “mente en blanco” debido a la preocupación o la ansiedad; irritabilidad persistente; dificultad para conciliar el sueño debido a las preocupaciones.
La ansiedad y preocupación persistentes tendrán lugar al menos la mitad de los días durante 6 meses y serán difíciles de controlar en la vida diaria. El TAG no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (droga, fármaco) o enfermedad, ni ocurre durante un trastorno afectivo, un trastorno por estrés postraumático, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.
NATURALEZA DE LAS PREOCUPACIONES
En muchas ocasiones comienzan en la niñez y son vividas como un temor a llegar tarde a los sitios, falta de puntualidad, sacar malas notas, bajo rendimiento en los deportes... Al principio de la adolescencia aparecen preocupaciones por catástrofes naturales (inundaciones, tsunamis, terremotos) o por armas nucleares. En la edad adulta aparecen preocupaciones cada vez más variadas: madres angustiadas que no duermen por temor a que le suceda algo a su bebé, médicos que están preocupados por si han hecho diagnósticos erróneos, un abogado que no se cree lo suficientemente bueno porque han culpado a su cliente, o cualquier otra cosa relacionada con su ambiente social, familiar o laboral.
Las personas con TAG poseen un radar muy sensible para detectar los problemas que puedan aparecer en cada momento. Es como si les costase adaptarse a la vida cotidiana, a un cambio o a las amenazas continuas, que son posibles pero muy poco probables. De esta manera, adopta una preocupación intensiva que le funciona en cierta medida debido a que la preocupación excesiva provoca un funcionamiento intensivo del hemisferio cerebral izquierdo (que soporta el pensamiento lógico y racional) y una cierta inhibición del hemisferio derecho que se encarga de la formación de imágenes y que tiene más poder para causar alteración emocional. Es como si preocupándonos en exceso evitásemos en cierta medida imaginarnos las consecuencias de los temores básicos que vienen a nuestra mente. Esta solución funciona en parte porque la preocupación intensiva genera síntomas físicos de ansiedad como tensión muscular, irritabilidad o problemas de sueño.
El problema real al que se enfrenta una persona con TAG es distinguir lo posible de lo probable. En realidad todo es posible, pero ¿es probable?. No, no todo es probable.
OTROS DATOS
Comienzo: infancia, adolescencia, primera edad adulta.
Curso crónico: Estos pacientes no buscan ayuda profesional porque sus síntomas los achacan a su forma de ser, ya que “siempre han sido muy nerviosos”.
Cuando acuden al médico suele ser por la sintomatología fisiológica.67 – 90 % presentan comorbilidad con otros trastornos: depresión, otros trastornos de ansiedad, trastorno asociado a estrés, trastorno de personalidad, consumo de sustancias. De hecho, el TAG es el trastorno secundario más diagnosticado.
Prevalencia vital: 2 – 5 %. Con tratamiento, las expectativas de recuperación son muy altas.
Más frecuente en mujeres: 65 %
TRATAMIENTO
Los tratamientos congitivo-conductuales han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento de TAG. Las técnicas más efectivas son:
Informar al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad generalizada: mecanismos básicos, funcionalidad y disfuncionalidad, explicación sobre los síntomas y su alcance, relaciones entre pensamiento, emoción y acción.
Entrenamiento en relajación: respiración diafragmática lenta y relajación muscular progresiva.
Identificación y neutralización del procedimientos contraproducentes, utilizados por el paciente para regular su problema, pero que, en realidad, contribuyen al mantenimiento del problema.
Prevención de las conductas de preocupación.
Entrenamiento en técnicas de solución de problemas y organización del tiempo
Técnicas cognitivas: reestructuración de las interpretaciones catastróficas, control de pensamientos automáticos, sobreestimación de la probabilidad de ocurrencia de un hecho negativo. Para favorecer estos cambios es frecuente utilizar ejercicios estructurados, “experimentos conductuales”, cuestionamiento de hipótesis mediante “diálogo socrático” o contrastes con la evidencia, etc.
Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas.
Desarrollo de habilidades sociales y mejora de la calidad de las relaciones interpersonales.
Planificación de actividades agradables y placenteras. Poner el acento en lo que se quiere que pase, más que en evitar lo que no se desea que ocurra, en una situación dada.
Medicación: normalmente en combinación y como apoyo del tratamiento psicológico, si bien en algunos casos dicha asociación está desaconsejada. Los medicamentos más utilizados son los ansiolíticos, particularmente las benzodiacepinas. Las azapironas han demostrado una eficacia similar. Se han utilizado con éxito antidepresivos tricíclicos e Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS).El tratamiento farmacológico ha de estar siempre prescrito y supervisado por el médico.
Materiales de autoayuda, como complemento de la terapia.
Los tratamientos suelen desarrollarse individualmente, aunque en algunos en ocasiones, en función del caso y del momento, puede estar indicada la terapia grupal. La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos.
Comments