"El hambre emocional es una necesidad irrefrenable de comer algo. El alimento cubre otras necesidades y nos satisface pero el efecto dura poco y vuelve al ataque. Es un mecanismo emocional"
Hay, al menos, 7 tipos de hambre: visual, olfativa, bucal (busca el placer), estomacal (guiada por hábitos y horarios), celular (pide determinados nutrientes, como si fueran antojos), mental (se impone el pensamiento) y la del corazón.
El hambre del corazón puede hacernos comer más de lo que el organismo requiere porque necesitamos sentir algo que no hallamos en nuestro entorno y recurrimos a la comida como sustituto rápido. En algunos casos son alimentos que evocan emociones de calidez y felicidad, como por ejemplo el chocolate, que no transporta de inmediato a nuestra infancia.
En otros casos recurrimos a la comida porque nos falta algo. Comemos cuando nos sentimos solos, cuando se termina una relación, cuando estamos tristes... Debemos ser conscientes de que esta comida que metemos en el estómago nunca llenará ese vacío ni calmará el dolor.
Si dedicamos tiempo a observarnos, veremos que justo antes de sentir la necesidad de picar, nos invaden distintas sensaciones: tristeza, frustración, aburrimiento, confusión, irritación, ansiedad, rechazo, cólera, disgusto, inseguridad, impaciencia... Observar tus emociones es el primer paso para no derivarlas a la comida.
Tenemos una necesidad urgente de comer que aparece de repente y con fuerza. El cuerpo nos pide alimentos concretos y devora la comida sin saborearla de verdad, pero nos quedamos insatisfechos aunque estemos llenos. Es como una obsesión mental que, en muchos casos, nos hace sentir culpables después de haber comido.
El hambre emocional está relacionada mayoritariamente con sentimientos desagradables, porque la comida calma y relaja. Comer ayuda a silenciar emociones incómodas. Es un anestésico que aplaca las emociones que no queremos sentir.
El aburrimiento también provoca hambre, ya que intentamos estimularnos con la comida y distraernos de las insatisfacciones de la vida. La mejor manera de hacer frente a estas compulsiones es dar una salida real a las emociones. Haz actividades enfocadas a satisfacer esa emoción, no a negarla.
PRACTICA LA ALIMENTACIÓN CONSCIENTE
Aprende a reconocer tu hambre. Reconoce lo que ocurre. Anota en un diario lo que comes cuando te sientes triste, solo, enfadado o nervioso.Cuando sientas la necesidad de comer fuera de las horas habituales de comida, fíjate en qué sentías antes. ¿Ha conseguido ese tentempié cambiar tu estado de ánimo?Reconforta tu hambre de corazón. Intenta descubrir el tipo de hambre. Si es emocional, elige ese alimento que te reconforta, pero toma solamente una pequeña porción. Siéntate y contempla la comida. Mastica cada bocado de forma muy lenta e imagina que lo envías al corazón, poniendo en esa imagen todo tu cariño y afecto.Cuando sientas ese tipo de hambre, haz actividades que nutran tu corazón: habla con alguien que quieras, juega con tu mascota, sal al jardín o a pasear, escucha tu música favorita...
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