¿Os habéis dado cuenta de que la vida es un gimnasio? Si no te preparas desde niño, te costará adaptarte y enfrentarte a situaciones difíciles.
Voy a empezar por el principio. Los que me conocéis sabéis que nunca me han gustado los gimnasios. Para mi son lugares donde la gente va a sufrir porque quieren un cuerpo perfecto. Solamente algunos van con la actitud correcta, buscando verse y sentirse bien, sin pensar tanto en la parte estética.
A veces la vida pone en tu camino a la persona adecuada que te hace ver que puedes estar mejor y liberar tensión mientras te cuidas. Esa persona apareció y me mostró que era posible, así que decidí probar. El primer día fue bastante light, sin demasiada dificultad pero el segundo me fui a una clase de spinning que superé (no voy a decir con éxito porque todavía me queda mucho para ello) y que me hizo ver que la vida es dura pero con el entrenamiento adecuado se puede superar sin dificultad.
Mientras sonaba la música daba vueltas en mi cabeza la idea de que hasta los mayores problemas se pueden solucionar. De repente aumentaba la dificultad y me venía abajo, me quedaba sin fuerzas, mi ritmo era bajo, no lo iba a conseguir... pero me concentraba y sacaba fuerzas de donde no las tenía. Una palabra de aliento o un gesto me hacían coger el ritmo de nuevo y seguir.
Sucede lo mismo cuando se nos presenta un gran problema que no podemos o no sabemos solucionar. Podemos quedarnos parados y esperar, actuar sin pensar en las consecuencias o usar el aprendizaje de ese gimnasio mental. Los problemas se solucionan de manera reflexiva, distribuyendo nuestra energía de manera adecuada para no quedarnos sin fuerzas, buscando motivación o personas que nos puedan ayudar con un simple gesto, una mirada o una palabra.
Creemos que podemos hacerlo todo solos y muchas veces no es así. Necesitamos algo o a alguien en quien apoyarnos, que nos dé la confianza suficiente para seguir adelante y lograr nuestros objetivos.
No nos podemos dar por vencidos ante los problemas. Tenemos capacidad para solucionarlos y sino siempre podemos apuntarnos a un gimnasio mental, es decir, a unas cuantas sesiones de psicología para aprender a hacerlo. Al fin y al cabo, solo es una inversión para mejorar tu vida interior.
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