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Foto del escritorMónica Lestón

EL DUELO

"El duelo es un acto íntimo, de reconocimiento y amor hacia la persona que se ha marchado"


Podemos definir el duelo como la reacción psicológica que surge ante una pérdida. Es el dolor emocional que aparece tras haber perdido algo o a alguien significativo en nuestras vidas. Tiene componentes de carácter fisiológico, social y sobre todo emocional.


La muerte y la pérdida de un ser querido son un proceso muy duro por el que todos hemos pasado o pasaremos en algún momento. No todas las personas cuentan con los mismos recursos o herramientas para hacerle frente y en ocasiones se vuelve crónico y se convierte en un problema serio. Cada pérdida implica un sufrimiento que debe ser tramitado y superado.


FUNCIONES DEL DUELO


La primera función es reconocer que la pérdida ha existido, ya que en un primer momento aparece la negación. Al negar la pérdida nos resistimos a empezar el duelo. Si esta negación se perpetúa, no empieza el proceso de duelo.


La segunda función es reconocer que eso tan importante que se ha marchado ha existido. El duelo sirve para limpiar el recuerdo de lo perdido. La negación puede dar lugar a la culpa y se irán acumulando más sentimientos negativos e incluso odio y rencor hacia uno mismo.


La tercera función es la elaboración de la historia. Nos deja un espacio para poner unas últimas frases y empezar un nuevo capítulo. En muchos casos también atrae la atención de los demás, propiciando la empatía, la escucha activa y el acompañamiento. La sensación de abandono se equilibra con los sentimientos de acogida de quienes nos rodean.


TIPOS DE DUELO


  • Duelo anticipatorio. Tiene lugar cuando se tiene conciencia de que se sufrirá una pérdida inminente que no se ha producido todavía (por ejemplo, cuando se prepara un divorcio, enfermedad terminal, eutanasia...). En este caso se produce tristeza, pero también una adaptación más o menos inconsciente a la nueva situación. En este caso los sentimientos suelen ser ambivalentes e inestables: quieren sentir por última vez la presencia de esa persona pero a la vez temen el apego que esto les genera.

  • Duelo ausente. Quien se encuentra afectado bloquea sus sentimientos. Pretende actuar como si no hubiera sucedido nada y se vuelve hermético al tema. Incluso, en caso de mencionarlo, no le da más valor que a cualquier otro asunto. Opta por un mecanismo de negación. El impacto es tan fuerte que no se siente con fuerzas para afrontarlo. El problema es que el dolor oculto siempre aparece, ya sea en forma de irritabilidad, ansiedad, enfermedad física, etc.

  • Duelo crónico. Cuando no se logra superar la pérdida de un ser querido. Hay una resistencia a aceptar lo ocurrido y un enfoque obsesivo en mantener vivo el recuerdo de esa persona. Termina paralizando su vida y manteniendo constantemente una postura de dolor. Las personas con tendencia depresiva son más propensas a instalarse en este tipo de duelo y lo convierten en su modo de vida. En él priman la ansiedad, la tristeza y la culpa, así como la sensación de impotencia y desilusión. Este tipo de duelo requiere ayuda profesional.

  • Duelo retardado. Es un efecto del duelo ausente. Aunque al principio la persona pretenda ignorar su dolor, pasado un tiempo emerge con fuerza y quizá en el momento más inesperado. Puede aparecer incluso varios años después de que se inicie el duelo. Se da también en el caso de que una persona no pueda experimentar el duelo en el momento en que se produce la pérdida debido a condiciones especiales como una situación familiar apremiante o una compromiso laboral exigente.

  • Duelo inhibido. Lo suelen experimentar aquellos que tienen dificultad para expresar sus sentimientos. Se puede dar en niños que no son capaces de expresar con palabras lo que sienten, en personas con discapacidad cognitiva, en situaciones en las que el padre o la madre intentan mantenerse fuertes para no afectar a sus hijos o en personas muy reservadas que no tienen la oportunidad de hablar acerca de lo que sienten. En cualquier caso, la inhibición se traduce en obsesiones, depresión, ansiedad, etc.

  • Duelo desautorizado. Hay un rechazo del entorno hacia el dolor que experimenta una persona. Tarde o temprano, los demás intentan desautorizar el duelo en algún punto porque, para quien no experimenta el sufrimiento, lo que debe hacer quien sufre un duelo es dejar ir a quien se fue y seguir con su vida. En algunas situaciones, el duelo se desautoriza desde el principio como por ejemplo: en una relación extra matrimonial el amante no tendrá derecho a expresar su pérdida o incluso ante la muerte de una mascota habrá quien tienda a descalificar este sufrimiento.


FASES DEL DUELO


  • Negación. Negar la realidad permite amortiguar el golpe y aplazar el dolor. Tiene su utilidad para nuestro organismo, ya que ayuda a que el cambio de estado de ánimo no sea tan brusco. La negación puede ser implícita si nos comportamos como si fuese una ficción transitoria, un papel que nos ha tocado vivir o puede ser explícita si se niega de manera directa la posibilidad de que se haya producido la muerte. La negación no se puede mantener de manera indefinida porque choca con la realidad que aún no se ha llegado a aceptar del todo, así que terminamos abandonando esta etapa.

  • Ira. La rabia y el resentimiento son fruto de la frustración que produce saber que se ha producido la muerte y que no se puede hacer nada para arreglar o revertir la situación. La muerte es percibida como el resultado de una decisión y se buscan culpables. Esta fase de la crisis es la disrupción, es decir, el choque de dos ideas:  la vida es lo deseable y la muerte es inevitable. La carga emocional en esta etapa es muy fuerte y es fácil que se produzcan estallidos de ira proyectados en todas las direcciones, ya que no se encuentra una solución ni a nadie a quien responsabilizar. Una parte de nosotros sabe que es injusto, pero la rabia se dirige hacia personas que no tienen culpa de nada o incluso hacia animales y objetos.

  • Negociación. Se puede producir antes o después de que se produzca la muerte. Fantaseamos con la idea de revertir el proceso y buscamos estrategias para hacer que esto sea posible. El dolor se alivia imaginando que hemos retrocedido en el tiempo y que no hay ninguna vida en peligro. Esta etapa es breve porque tampoco encaja con la realidad y, además, es agotador estar pensando en soluciones continuamente.

  • Depresión. No es la depresión como trastorno mental, sino un conjunto de síntomas similares. Dejamos de fantasear con realidades paralelas y volvemos al presente con una profunda sensación de vacío porque el ser querido ya no está. Aparece una tristeza fuerte que no se puede aliviar con excusas ni mediante la imaginación. Esto nos lleva a una crisis existencial porque somos conscientes de la irreversibilidad de la muerte y la falta de incentivos para seguir viviendo una realidad en la que esa persona ya no está. Ahora tenemos que aprender a aceptar que esa persona se ha ido y empezar a vivir una realidad definida por esa ausencia. En esta etapa es normal el aislamiento y que notemos más cansancio, ya que somos incapaces de aceptar la idea de que vayamos a salir de ese estado de tristeza y melancolía.

  • Aceptación. Aceptamos la ausencia de un ser querido cuando aprendemos a seguir viviendo en un mundo en el que ya no está y aceptamos que ese sentimiento de superación está bien. La huella del dolor emocional del duelo se va extinguiendo con el tiempo y es necesario reorganizar activamente las propias ideas que conforman nuestro esquema mental. No es una etapa feliz. Al principio se caracteriza más bien por la falta de sentimientos intensos y por el cansancio. Poco a poco va volviendo la capacidad para experimentar alegría y placer y, a partir de entonces, las cosas vuelven a la normalidad.


DUELO PATOLÓGICO


Cuando las reacciones emocionales son muy intensas, hacen difícil seguir con la vida diaria y duran más de un año, podemos hablar de duelo patológico. En este caso pueden aparecer síntomas muy poco habituales como alucinaciones (visiones o voces de la persona que ya no está) o ideas suicidas junto a otros como desesperación extrema, inquietud o depresión prolongadas, síntomas físicos (pérdida de peso, sensación de tener clavado un cuchillo en el pecho, etc), ira descontrolada o abuso de sustancias. Este proceso puede complicarse con otras conductas como aislamiento social, descuido personal o consumo de sustancias. En este caso hay que plantearse buscar ayuda profesional y acudir a una terapia de duelo.


FACTORES QUE AFECTAN A LA DURACIÓN DEL DUELO


Relación con la persona ausente. Cuanto más cercana, más largo será el duelo.Trauma que haya supuesto la pérdida: se supera más fácilmente la muerte de una persona enferma que un accidente repentino.Voluntad para superar el duelo. Depende de nosotros mismos.Asuntos pendientes con esa persona. 


Nuestra mente se sentirá un poco más aliviada tras el primer año, pero eso no quiere decir que no haya momentos importantes (Navidad, cumpleaños, día del padre o de la madre, fechas especiales...) en las que esa ausencia será más marcada.


Lo que parece un final no siempre lo es realmente. En ocasiones puede esconder nuevos comienzos y oportunidades o diferentes formas de relacionarnos con las personas que se han ido.






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